Después del paseo a el Faro Corona y al Fuerte Ahui llegamos a las 16.30 hrs a la ciudad. Caminé 15 minutos y me llama mi madre y en susurros me dice ven a la funeraria, se murió tu bisabuela. Ok, me reí impresionada por tal acontecimiento, sé que es absurdo reirse de la muerte, pero ella tenia 96 años y los días pasaban y personalmente no veía ni sentía su hora cerca.
Me puse nerviosa, a ella no le tenía mucho cariño, nunca fui muy cercana a tal persona, pero me daba miedo que algunas personas pudiesen estar destrozadas ( a pesar de que la voz de mi madre se escuchase normal).
Fui a mi casa, llena de arena, nuevamente me duché y partí. En 10 minutos estuve ahí, tímidamente entré y me encontré con la sorpresa más grande, todos estaban actuando como si nada hubiese ocurrido y tranquilamente sonreí. Pensé 3 segundos y dije ¿¡QUÉ!?, nadie le tenía mucho cariño, es verdad, o quizás, sí, le tenían cariño, pero no el suficiente para llorar horas y horas como si se hubiera muerto la persona más importante, pero cariño.
A decir verdad, la situación fue bastante ridícula, más bien patética toda la familia está enojada con mi abuelo y algo así como que mi abuelo también con ellos y su rencor, vergüenza o incluso inmadurez evitaron que no nos avisase, tuvimos que enterarnos (hablo en plural porque tampoco me avisó él, no es que este de parte de alguno, son sus problemas) por otra persona completamente externa a la familia .
Hoy fuer la misa y luego había que ir a sepultarla. Habían varias personas para las que -por lo menos yo- esperaba, ella ya no tenía familia viva aparte de su hijo, y en general las personas eran amigos de mi abuelito.
Mi abuelo dijo unas palabras, se podía notar como se le quebraba voz cuando ya terminaba, tal vez no porque se le iba la progenitora, sino, porque ahora estaría prácticamente solo.
Se notaba el rencor en los ojos de mi tía Ilse, porque su hijo nunca le pidió perdón a su madre, porque nunca encontró el valor, porque él estaba lo suficiente sentido con no tener el perdón de su madre para tener que hacer eso que también deseaba escuchar.
Se podía notar angustia en mi tía Pamela, mi abuela y mi madre, porque hace varios meses habían planeado ir a ver a su suegra y abuela a el asilo (allí la llevó su hijo, por lo menos al mejor de la ciudad, pero TERRIBLE un lugar así) donde estaba, pero nunca llegaban a tiempo a verla, tenían que planificar un domingo para levantarse temprano, almorzar antes de las 16.00 y estar antes de las 17.00 hrs porque el turno de visita se terminaba.
A una de las más pequeñitas, Vanessa (7 años), se le caían las lágrimas seguramente y más que cualquier cosa, porque acababa de adaptar el nuevo término, acababa de conocer de cerca a la Muerte; quizás no la entiende por completo, pero debe entender que se trata de extrañar.
Yo observaba la situación y no lograba más que pensar en lo triste que debe ser morir así, sol@, con visitas restringidas a un horario incomodo para trabajadores durante la semana y en horario con función de descanso sábado y domingo, pero levantarse aunque sea media hora más temprano no hubiera costado arrepentimiento.