jueves, 15 de noviembre de 2007

El Destino fui yo

Hoy Palina llevó al colegio unas cartas de tarot, unas pequeñitas de mil quinientos pesos, que no encuentras en cualquier lado, pero están al alcance de todos, no son del todo exactas y la interpretación requieren un trabajo bastante más arduo, pero no dejan de perder lo suyo, a pesar de no costar 30 mil pesos, con páginas de extremada delicadeza, ilustraciones guapísimas, explicaciones con detalles impresionantes que te pueden dar -con un poquito de lógica-, una interpretación muy acertada de la realidad y de lo próximo.
Es por eso, que en este momento me encuentro algo sorprendida, con esas cartas de mil quinientos pesos y de dos por cuatro centímetros, interpreté con detalle las situaciones de un par de compañeros de curso, logré abrir los ojos, y tal vez, por un momento animar sólo con decir la verdad de la cual me acababa de enterar y, -por supuesto- que me acababan de confirmar. Fue bastante sorpresivo, ellos no creían en esto, ni mucho menos estaban seguros de que fuera yo quien pudiera hacerlo (bien).
Todo este asunto, -está demás decirlo-, me encanta, sobretodo porque el tarot no se equivoca en mis gustos, y no, no es sujestión porque esos gustos, o más que todo esas ganas y el deseo de interpretar no se cultivan en la hora u hora y media que dura una sesión.