La incongruencia del patético
Lo - sutilmente - repugnante de la situación es cuando uno tiene posibilidades, un millón de oportunidades e infinitas salidas carcomiéndote la punta de la nariz, con la fachada ahí mismo, mostrando un mapa gigante con las indicaciones, instrucción tras instrucción, logrando la orientación perfecta para seguir el camino perfecto. Pero aún seguimos sintiendo que nos falta algo, estamos demasiado ocupados en la nariz y nos cuesta demasiado lograr mirar al frente. Cuando por fin ya sabes que hacer, sientes que necesitas aún algo más para dar el gran salto.
Se te otorgarán todas las armas y adquirirás los super-poderes, los que tu estimes pertinentes para emprender la travesía.
Ya está, lo tienes todo, la ocasión, las razones, las ganas pero de todas formas termina venciéndote tu propia ilusión, esa patética y falsa intuición que te detiene.
Uno finalmente se decide por no hacer nada y esperar a que todo vaya mal porque para ese entonces ya nos habremos dado cuenta que solo en las películas existen los cuentos de hadas y los finales perfectos. Ahí es donde hay que agarrarse del árbol más firme y seguir.
¿Por qué no agarrarse del árbol firme y el más grande (dónde ya no te alcancen), a la primera vez? Ese que ya tiene la solución hecha, armada, lista y dispuesta, para por fin poder fluir sin la atadura de tener que enfrentar la situación alguna vez. Y si es que ese árbol mágico no tuviese la solución, entonces considérate inmune, que su lecho de hojas, te protegerá.Bah, esas son las encrucijadas y remordimientos de conciencia que le dan a uno por poder haber hecho las cosas bien, en vez de esperar a que las cosas estén completamente desarmadas para recién abrir los ojos y lograr la reflexión e intentar intervenir en (cualquier) semejante historia.
Las caídas de la vida, les dicen, o el aprendizaje forzado. Bueno, lamentablemente no nacemos sabiendo, pero siempre podremos aprender.